De repente sentí que la lluvia dejaba de caer sobre mí, y era raro porque seguía lloviendo...levanté la cabeza y ví por qué no me mojaba: un chico, más o menos de mi edad, sujetaba un paraguas justo sobre mi cabeza. Él se estaba empapando, pero parecía no importarle en absoluto, me miraba preocupado; sino hubiera sido por la oscuridad del cielo que anochecía, habría podido observar quién era, y habría reconocido su cara, pues le había visto varias veces venir a buscar a sus amigos al instituto. Era alto, con el pelo castaño y los ojos marrones, no sabía su nombre...No dije nada, ni él tampoco, sólo nos miramos. Se sentó a mi lado con elúnico ruido del agua sobre nuestras cabezas, bajé la mirada y él me abrazó. En condiciones normales quizá le habría rehuído, pero necesitaba tanto un abrazo...Lloré y tirité entre sus brazos, pero él no se inmutó, tan solo me abrazó más fuerte.
Sus brazos eran fuertes y me daban la sensación de que nada podía pasarme estando así, a su lado...No le conocía de nada, pero, por alguna razón no quería separarme de él, me sentía tan segura...
Cuando conseguí calmarme un poco, levanté la cabeza y nuestras miradas volvieron a cruzarse, fue entonces cuando vi la ternura en sus ojos, no me miraba como los otros, era tan diferente...
-¿Qué haces aquí?-le pregunté tiritando.
-Fuí a tu casa, pero no estabas. Me dijeron que solías venir por aquí y...bueno, yo quería darte una cosa. Sé que no me conoces de nada, y también sé que quizá pienses que estoy loco, pero es que ya no podía aguantarme más...-suspiró y sacó una rosa roja de dentro de su chaqueta, estaba un poco mustia pero me pareció preciosa- ésta rosa es para tí, está un poco fea, pero es que lleva dos horas en mi chaqueta-sonreimos a la vez.- Yo...verás, sé que te sonará raro, pero te quiero desde que te vi por primera vez, en este parque, aquí sentada. Y luego a la salida del instituto...Me pareces una chica muy interesante y eres preciosa...por favor acepta esta rosa...antes era demasiado tímido, pero...te quiero.
No respondí, cogí sus manos y le besé. Nunca había conocido a nadie como él...le quiero.
Esta historia es para todos aquellos que creen que su vida no merece la pena...¡siempre hay alguien al otro lado del abismo para impedirnos caer!